Economía mundial: frío, frío, frío
Director de Inversiones LarrainVial Asset Management
- T+
- T-
José Manuel Silva
Ocho años han pasado de la llamada crisis financieral global (CFG) y la economía mundial está aún convaleciente. Acabamos de sufrir un fuerte episodio de volatilidad durante el primer trimestre de este año que refleja dudas razonables sobre la capacidad global de crecer y por lo tanto de generar mayores utilidades en las empresas, algo que el mercado ha descontado dadas las valorizaciones en los que se encuentran muchas acciones. Cualquier desilusión genera entonces caídas y volatilidad. La desilusión se torna cercana al pánico cuando los inversionistas sopesan que este débil crecimiento se logra a pesar de políticas monetarias que han inyectado trillones de dólares, euros o yenes a las respectivas economías.
El débil crecimiento se tradujo en caídas absolutas en los volúmenes de comercio global a contar del segundo semestre del año 2015. Históricamente el comercio mundial crecía por sobre el PGB mundial. Sin embargo, desde la CFG, el pulso comercial global se ha ido enfriando, en especial en los últimos 9 meses. Sin duda, ha influido el menor volumen transado de materias primas. Pero no sólo los exportadores de commodities han visto caer sus volúmenes exportados, también lo han hecho países industriales como Taiwán y Corea del Sur, y es por ello que se ha hablado de una “recesión industrial” en el mundo.
Esta sería gatillada por el ajuste de la economía china. Evento que hemos descrito numerosas veces en estas columnas y cuyo origen es la necesidad de reducir la tasa de inversión del país oriental y de frenar el explosivo aumento de la deuda interna (que financia inversiones muchas veces de baja productividad). China, además, ya no puede seguir ganando mucha participación de mercado en las exportaciones globales, por lo que necesita activar su consumo interno. Para suavizar este ajuste, que pasa con eliminar millones de empleos en sectores sobreinvertidos (acero, cemento, carbón), las autoridades chinas han parado la permanente revaluación de su moneda e incluso la han devaluado suavemente. Ello conlleva una exportación de su proceso de deflación y ha generado ondas telúricas a toda la región asiática.
La desaceleración china, que parece ser mayor a lo que sus cifras oficiales admiten, provocó un ajuste masivo en los precios de metales (cobre, hierro, zinc, estaño, molibdeno). A ello debe sumarse la caída en los precios de la energía, fruto de la revolución del shale gas/oil. Todo lo anterior, luego de 10 años de auge en los precios, ha generado un fuerte ajuste en el mundo emergente quien ha visto caer sus términos de intercambio. Lamentablemente, 10 años de jauja provocaron una buena dosis de sobreendeudamiento en países emergentes y en sus empresas. El desapalancamiento, hoy necesario, le agrega viento en contra a las economías emergentes. Estas, que habían pasado a ser el motor más dinámico de la economía global, se siguen frenando y con ello también frenan al mundo.
Lamentablemente, el mundo desarrollado no es capaz de contrarrestar el ajuste emergente. Europa debe lidiar con la debilidad de sus bancos, una crisis migratoria mayor y con la permanente amenaza de implosión de la zona euro. Las tímidas reformas estructurales emprendidas sí han logrado una frágil recuperación, la que se ve ayudada por un boom inmobiliario alemán. Sin embargo, la amenaza del llamado “brexit”, la salida de Inglaterra de la comunidad europea, ya ha comenzado a enfriar los ánimos.
Japón, mejor no hablar. Si no fuera por la monetización del gigantesco déficit fiscal (QE japonés), el país del sol naciente hubiese enfrentado un alza de sus tasas para colocar los bonos del gobierno, lo que hubiese provocado una nueva depresión. Así, la única esperanza es Estados Unidos, cuya economía crece a niveles de 2,5 % anual y ha creados muchos millones de empleos gracias a la flexibilidad de su mercado laboral. Pero los hogares no se han atrevido a gastar el “bono bencina” a pesar de que se han desapalancado mucho desde la CFG. De esta manera, el consumidor norteamericano ha dejado de ser el “de última instancia” para el mundo. El envejecimiento demográfico, una clase media cuyos ingresos se estancaron hace 15 años o el reciente “riesgo” político, se han dado como explicación de la caída en el crecimiento potencial de EEUU.
En este escenario global “desafiante”, es oportuno que Chile vuelva a poner el énfasis en el crecimiento, en la productividad, en el emprendimiento. Especialmente en una región en donde los experimentos populistas de izquierda parecen desvanecerse. Si Brasil logra vencer sus fuerzas centrifugas, Macri se sostiene, Perú elige un candidato pro negocios y Venezuela ya no financia universidades revolucionarias, la región podría transformarse en uno de los pocos centros de atracción de inversionistas globales, como India lo ha hecho, y así retomar un ritmo de crecimiento más alentador.